Tema del Día

domingo, 21 de julio de 2013

La táctica del Paraíso


El ser humano guarda en su carga imaginaria la memoria de aquello que alguna vez perdió por sus propios pecados, por la búsqueda de la verdad propia más allá de la provista por el ser superior que lo había creado.

De allí surge como enseñanza disciplinadora que toda búsqueda por fuera del orden establecido genera la pérdida del Paraíso, la expulsión del mismo, hacia una existencia plagada de dolores y sufrimientos.

Ese paradigma es sobre el que regresa la reacción constantemente a lo largo de la historia.

Vivimos en épocas en los que nuevos paradigmas buscan imponerse sobre antiguos. Incluso cuando en este caso no se trata del cambio absoluto del modo de gobierno o de modelo económico de sociedad (creo que la dicotomía comunismo-capitalismo no está en discusión actualmente), tan sólo la búsqueda de lograr un capitalismo con inclusión social está provocando un grado de reacción en el capital concentrado que me animaría a definir como exagerado. No se está hablando de la igualación absoluta de los ingresos y los premios al esfuerzo, sino tan sólo de construir un estado de bienestar en el que los actores de la sociedad que por diversos motivos no estén incluidos en el sistema productivo obtengan el mínimo de cosas necesarias para conservar su dignidad como seres humanos.

Sin embargo, el darwinismo animal subyacente en la condición humana rechaza tal red de contención, bajo el principio de que la supervivencia del más apto debe seguir siendo la norma que lleve a la humanidad hacia un futuro más promisorio.

Estos paradigmas en pugna (holística vs. individualismo) generan, como es lógico, tensiones y enfrentamientos. Esto no es algo indeseable ni malo en sí mismo, sino parte de una dinámica natural que es lo esperable.

Sin embargo, la naturaleza humana vuelve una y otra vez a aquel paraíso perdido que busca desesperadamente recuperar. Gracias al imaginario cultural establecido, la vida cotidiana no es una creación lógica de la naturaleza de las cosas, sino su misma corrupción originada a partir del pecado.

Por lo tanto, la confrontación natural de la necesidad de decidir cotidianamente entre miles de alternativas, incluso absolutamente opuestas algunas de las otras, deja de ser parte de la naturaleza para pasar a ser un elemento corrupto y pecaminoso.

Sobre ese imaginario es sobre el que trabaja la reacción, estableciendo el status quo como lo deseable y la ruptura del mismo como algo a ser reprimido en cuanto pecaminoso. Es en el estado de cosas en el que nos encontramos en nuestra región, Latinoamérica. Sin plantear reales rupturas del orden socioeconómico establecido, la búsqueda de un sistema más igualitario produce, desde la reacción a este camino, un machacar constante que apunta que estos cambios "producen enfrentamientos y un clima de discordia en la sociedad". Para evitar esa discordia pecadora y volver al estado paradisíaco, es necesaria una acción purificadora que acabe con el caos y el enfrentamiento y nos vuelva a sumir en el Paraíso.

Las personas que me han planteado que vivimos en una "sociedad dividida" y en un estado de "constante confrontación", no llegan a detectar que el mismo hecho de estar discutiendo esas aparentes realidades es parte del ejercicio cotidiano de la democracia, algo deseable más que descartable. Esas personas están dispuestas a seguir el camino de elegir a pseudo pastores electrónicos de la política que plantean como algo natural la ausencia de confrontación cuando en realidad esa misma propuesta es lo antinatural, si analizamos el día a día de cualquier ser humano... ¿o acaso pasa algún día de nuestras vidas sin que nos hallemos ante alguna disyuntiva que debe ser resuelta en uno u otro sentido, afectando inevitablemente tanto intereses propios como ajenos? ¿Acaso es realmente evitable?

Deconstruir de dónde viene la idea de que las diarias elecciones entre múltiples opciones que afectan toda nuestra vida son algo antinatural y que debe ser reprimido, será desandar la construcción del ovillo de ciertas realidades que nos quieren ser impuestas más allá de la lógica natural de las cosas.

Ese es nuestro desafío, prerrogativa y deber como seres humanos, para no terminar siendo perros de Pavlov.

Hasta la próxima, los quiero mucho.

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